Raúl Salcedo, bailaor y torero

lunes, 18 de julio de 2011

Siete Cosos para Yucatán

Por: Ursula Sánchez Rocha

Yucatán es uno de los estados de México en donde se festejan corridas de toros durante todo el año. El territorio yucateco tiene 1.955,000 habitantes y cuenta hoy con cuatro ganaderías registradas en la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia.  Ahí cualquier pretexto es un buen motivo para armar carteles en sus 106 municipios y deleitar a los aficionados yucatecos.



Muchas de las corridas son informales y en algunos municipios se realizan en cosos desmontables, conocidos como tablados, con palos, hojas de palma y bejucos. En otros se habilitan lienzos charros para la ocasión. Los lienzos charros son instalaciones especialmente diseñadas para practicar la charrería, deporte nacional ecuestre. Estas instalaciones cuentan con establos, ruedo y partidero.
En Yucatán son siete las comunidades que cuentan con plazas construidas en forma y en donde se enfrentan toros registrados y matadores reconocidos.

La plaza más importante del estado es sin duda la Plaza “Mérida”. Se ubica en una de las avenidas más importantes de la capital yucateca, de 831 mil habitantes. Fue construida por los hermanos Fernando y José Antonio Palomeque Pérez de Ermida e inaugurada el 27 de febrero de 1929. La figura destacada de su primer cartel fue Fermín Espinosa “Armillita Chico”. El coso tiene capacidad para seis mil espectadores. En su ruedo se han lucido los capotes y espadas de algunas de las más importantes figuras del toreo como “El Cordobés”, Paco Camino, Manolete, Paquirri, Antoñete, Manolo Martínez, Curro Rivera, los hermanos Armillita, Rafael Ortega, Enrique Ponce, El Juli, Castella, el Fandi y Pablo Hermoso, por nombrar algunos.



El Juli en la Mérida, en 2005


La segunda rotonda en importancia es la Plaza “Monumental Avilés”, de Motul, municipio de 34 mil habitantes. Esta plaza fue construida por don Roque Avilés y tiene capacidad para seis mil espectadores. La inauguración, el 14 de julio de 1979, estuvo enmarcada con el corte de listón a cargo de la rejoneadora Conchita Cintrón y del “Faraón” Silverio Pérez. En el cartel de aquella primera tarde de la “Monumental Avilés” figuraron Manolo Martínez, Cruz Flores y Curro Leal, con toros de Fernando de la Mora. Entre las figuras de la tauromaquia que han lucido en este coso están: Eloy Cavazos, Curro Rivera, Miguel Espinosa "Armillita", David Silveti, José Miguel Arroyo "Joselito", Julián López "El Juli”, Pablo Hermoso de Mendoza, César Rincón, Manolo Martínez, Joselito Adame, Rafael Ortega, Alejandro Amaya, Antonio Lomelín, Víctor Mora, Fermín Bohórquez, Jorge Gutiérrez, Mariano Ramos, Federico Pizarro, Andy Cartagena y Martín González Porras.



Conchita Cintrón descubre la placa conmemorativa en la inauguración 
de la “Monumental Avilés” de Motul, en 1979

La Plaza de Toros “Monumental Aranda” se encuentra en Panabá, que tiene 7,500 habitantes. Fue construida por don Fernando Aranda y tiene capacidad para cinco mil espectadores.
 Es la tercera plaza en importancia en el estado. Fue inaugurada en 1983 con la actuación de los rejoneadores Pedro Louceiro y Eduardo Funtanet. Por su ruedo han pasado reconocidos toreros como Lorenzo Garza, Eulalio López "El Zotoluco", los hermanos Capetillo, Mariano Ramos y Valente Arellano.

La Plaza “Joselito Huerta” se encuentra en Tixcacal, comisaría de 800 habitantes ubicada al sur de Mérida. Tiene capacidad para 2,800 espectadores y fue construida por don Emilio Loret de Mola Díaz. La inauguración se realizó el 20 de noviembre de 2004. Por el ruedo han pasado también importantes figuras del toreo como Julián López "El Juli", Rodolfo Rodríguez "El Pana", Manolo Mejía, Alfredo Ríos "El Conde", Arturo Gilio, Jorge López "El Zotoluco", Lupita López, Jesús De Fariña, César Alfonso Ramírez "El Calesa", Mario del Olmo y Alejandro Portaña, entre otros.

En Peto, municipio de 24 mil habitantes, se encuentra la Plaza “Rosa Yolanda”, construida por don Vicente Domínguez entre 1983 y 1987, con capacidad para 4,400 espectadores y un redondel de 45 metros de diámetro. En este coso han actuado Pedro Louceiro (padre e hijo), Manuel y Guillermo Capetillo, los hermanos Karla y Octavio Sánchez, los “forcados” de Portugal, Cristina Sánchez, Antonio Lomelí y Eulalio López “Zotoluco”, entre otros.

La Plaza de Toros “Hermanos Pérez” se encuentra en Ticul, municipio de 37,600 habitantes. Con capacidad para tres mil espectadores fue inaugurada el 20 de julio de 2003. Esa primera jornada la encabezó Rafael “Currito” Rivera. El coso ha recibido a figuras del toreo como Manolo Mejía, Michel Lagravere, Arturo Velázquez "Talín", Carlos Rondero, Víctor Manuel Coronado.

La plaza de toros “Montecristo” tiene capacidad para dos mil  espectadores. Se encuentra ubicada en el municipio de Abalá, de 6,300 habitantes y es la séptima construida en el estado. Fue inaugurada el 31 de agosto de 2003. El francés Michel Lagravere y Ricardo González "El Arriero” integraron el cartel de aquel día en que cobró vida el coso. Por su ruedo han pasado toreros como Rodrigo Muñoz “Gitanillo de Tlalpan”.

No cabe duda que Yucatán es protagonista en el mundo taurino, que los aficionados van aumentando y que este arte se va tomando cada vez con más seriedad en esas tierras. Por si fuera poco también es semillero de talentos en la maestría de torear, pues cuenta, desde 2007, con una Escuela Taurina con una plantilla de veintitrés alumnos.

¡Olé! para Yucatán y que la Fiesta siga dando.



Fuentes consultadas: Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia, archivo propio, Reglamento de las Plazas de Toros en el Estado de Yucatán, e investigación  propia.

domingo, 17 de abril de 2011

El Toro en la narrativa de los mayas

Por: Ursula Sánchez Rocha


Toro de Sinkeuel


La figura del toro se hace presente en los relatos que las comunidades mayas actuales del estado de Yucatán, en México, cuentan como parte de su historia. Estos relatos se han transmitido de generación en generación a través de la tradición oral.
Cuna de importantes ganaderías de toro bravo, Yucatán fue también tierra de indígenas y asentamiento de la cultura maya. Ahí también se gestaron éstas historias, en las haciendas, que constituían un pequeño mundo autosuficiente, una especie de embrión de ciudad.  
A fines del siglo XVII, el desarrollo ganadero se afianzó en Yucatán. La ganadería de Sinkehuel es un buen ejemplo. Fundada en 1896, es una de las primeras ganaderías de toro bravo que se establecieron en Yucatán.  En 1842, era una hacienda henequenera del municipio de Maxcanú, pero desde 1783 contaba con ganado criollo. En aquel entonces ya se lidiaban sus reses en las ferias meridanas de Santa Lucía y Santiago. Su dueño don Simón Peón, que era seguidor de toreros como Pepe Hillo y Juan Moreno El Africano, decidió realizar un encaste. Fue en 1896 que se encastó la ganadería con toros sevillanos de don Joaquín Murube Monge. Trajeron desde Málaga 40 vacas para pie de cría y cinco sementales. La presentación de los primeros cuatro toros de Sinkehuel con sangre española se lidiaron en 1903 en el Circo Teatro Yucateco.
LA TRADICIÓN ORAL

La importancia de la tradición oral reside en ser uno de los reductos de la identidad indígena de los mayas actuales de la Península de Yucatán, la cual ha estado y está fuertemente vinculada con las creencias religiosas antes y después de la Conquista y mantiene viva la integración de un grupo que lucha por sobrevivir.
En su devenir histórico, las culturas mesoamericanas colonizadas crearon o adoptaron un conjunto de leyendas, mitos, historias, narraciones de experiencias personales y ritos que forman parte de un acervo que integra al pasado con el presente y que es reconocido por los integrantes de cada grupo como su patrimonio. Generalmente, se trata de relatos cuyo autor es la propia comunidad, es decir, pueden ser considerados como creaciones colectivas cuya transmisión se realiza mediante la tradición oral de cada grupo étnico, que encierra una fracción del pensamiento indígena popular.
Todas las narraciones que forman parte de la tradición oral se encuentran, por lo general, ambientadas dentro del contexto del grupo en el que se cuentan, ya que el pueblo que las produce o acepta, les va imponiendo poco a poco las características de su cultura.
Hay relatos que dentro de su argumento llevan una enseñanza y de esta manera se convierten en mecanismos de transmisión de ideas morales, ejerciendo así una función específica dentro del grupo, a diferencia de otros grupos que ponen de manifiesto ideas míticas y religiosas referentes a creencias de diversos tipos o que proporcionan explicaciones de distintos fenómenos de la naturaleza.
La tradición oral nos muestra, por medio de la expresión verbal, los aspectos de la cosmovisión de la gente.  Es un conjunto de relatos o testimonios que forman parte de la memoria colectiva de un grupo y que se manifiestan en la comunicación entre los integrantes de una sociedad o de una comunidad específica. Estas narraciones no se dan en un lenguaje común, lleno de conceptos, sino en uno simbólico, porque expresa una realidad percibida intuitivamente, una vivencia especialmente emocional y valorativa del mundo, que sólo se puede comunicar a través de imágenes simbólicas.
En los relatos recopilados en la comunidad, personajes como el toro de dimensiones, la relación entre una persona y un ser que excede los términos de la naturaleza les da a los habitantes una conveniente dirección para referirse o hablar de sus creencias en lo que no puede explicar.
Seres poderosos

En Calcehtok cuando la gente narra o cuenta una historia hace especial énfasis, al describir a los personajes principales, en atributos tales como las dimensiones, la fuerza, la energía o el poder que éste puede ejercer sobre  la persona con la que se ha relacionado en la historia, para explicar o reconstruir fragmentos de su pasado.
Actualmente la idea de seres humanos poderosos que tienen nexos de alma especiales con los dioses está documentada en el pensamiento maya clásico por algo más que simples imágenes.
Los wayob de la imaginería maya clásica aparecían bajo muchos aspectos, entre ellos formas humanas, animales de toda especie y combinaciones grotescas de cuerpos de ser humano y animal. A los wayob se les representa bailando como seres humanos, aunque también pueden flotar en el aire por encima de la acción.
Los antiguos mayas también se transformaban en sus wayob cuando hacían la guerra, y es muy probable que consideraran a los planetas y las constelaciones como wayob de los dioses y sus antepasados. Hoy día en toda la región maya abundan historias de gente perseguida en la noche por wayob con aspecto de animales.
Identidad étnica

Es una identidad específica resultante de la trayectoria histórica de un grupo humano, poseedor de un sistema organizacional, eventualmente lingüístico y cultural diferenciado de otras unidades sociales. Lo que caracteriza a una etnia no es el conjunto de sus rasgos culturales, o el indicador lingüístico, ni su tipo organizacional singular, ni su historia particular sino la integración (no la suma) de estos factores a nivel de las representaciones ideológicas colectivas del grupo en cuestión.
La tradición profética explica también la prontitud con que los mayas adoptaron las instituciones religiosas y políticas de los españoles. No era la primera vez que habían sido conquistados por un pueblo con una cultura ajena. Ya antes había asimilado culturas foráneas y rápidamente volvieron a hacerlo. El resultado fue una síntesis de los esquemas culturales. El término antropológico para este fenómeno de culturalización es “sincretismo”: la integración (y la consecuente elaboración posterior) de aspectos escogidos de dos o mas tradiciones históricamente distintas.

EL TORO EN LA TRADICIÓN ORAL DE CALCEHTOK

Algunos relatos recopilados de la tradición narrativa del poblado de Calcehtok, municipio de Opichén, Yucatán; perteneciente al grupo étnico maya:
El día que derrotaron a Jwan Tul

 “Desde que tenía 15 años, yo iba de cacería por las noches, ya que era muy egoísta, siempre iba solo pues no me gustaba compartir nada. En una ocasión estaba espiando tepezcuintle desde arriba de un árbol, cuando apareció un señor con un toro, quien me dijo:
-¡baja de ahí!, pues si no, bajarás a la fuerza.-
 Pero no hice caso y como tenía escopeta pegué dos tiros y alumbré con mi lámpara y con la luz desaparecieron hombre y toro. Y yo estaba contento pues derroté a ese Jwan Tul.

El toro con la estrella en la frente

Cuenta Don Roger que en el año de 1955, estaba a la orilla de una gruta cuando escuchó el aviso de un toro negro con una estrella en la frente. A las ocho de la mañana, iba caminando hacia la milpa para cosechar mazorca, cuando escuchó cinco pitos parecidos a los de un trailer como a dos kilómetros.
A la media hora el toro estaba rodeado por mil animales de diferentes razas: vacas, becerros, toros grandes y chicos. Dijo que tuvo miedo y se subió a un árbol y se dio cuenta que el Jwan Tul lo estaba mirando a la cara y le dio más miedo. Se bajó del árbol y se fue corriendo hasta la milpa. Cuando regresó el toro estaba en su corral, pero a los treinta días murió. El dueño del toro lloró muchísimo ya que éste pesaba 700 kg, y medía 2 metros de largo y 180 de altura y era todo negro. Le ofrecieron 500 pesos por el toro, pero no quiso venderlo.
El toro que desapareció en la gruta

 “En el año de 1900, el patrón de la hacienda Calcehtok hizo una invitación a sus amistades para que conocieran las famosas grutas de Calcehtok. Fue un domingo. Llegaron los 50 visitantes de Mérida que había invitado y el patrón le dijo a un vaquero que fuera a las ruinas de Oxkintok a traer un toro grande porque se los iba a ofrecer de almorzar a los visitantes. El vaquero ensilló su caballo y se fue, llegó al corral, le puso el lazo en el cuerno al toro y lo llevó para la hacienda. En el camino hay una gruta. Llegando cerca de la orilla de la gruta el toro dio un brinco y se tiró hacia adentro de la gruta y jaló al caballo y al vaquero. Se cayeron los tres y mientras en la hacienda, estaban esperando al vaquero que nunca llegó. Era la gruta Chuyen Balam. El patrón avisó a toda la gente para que vaya la gente a rescatar en el monte de Oxkintok. De ida no lo hallaron y al regreso acecharon la gruta y se dieron cuenta que estaba ahí, pero muerto. Chuyen Balam es una gruta de hondo 40 metros, ninguna persona quiso entrar a sacar el cadáver. El año de 1990 llegaron unos espeleólogos y entraron a las cavernas Chuyen Balam y ellos lo sacaron. En la cueva encontraron los huesos del vaquero y del caballo, pero los del toro, nunca los encontraron.

El toro y las corridas

Contaba Don Roger que para convertirse en Jwan Tul, primero hay que montar un toro, de ésta manera se termina de realizar el pacto con Satanás, y entonces se vuelve otra vez como hombre. “Cuando veas un toro negro con una estrella en la frente es Jwan Tul.”
Éste toro es de enorme tamaño. Éste hombre que hizo el pacto debe participar en alguna corrida de toros. Si ve que a un toro no lo torea otro torero, él debe lanzarse al ruedo, quitarle la capa al torero y torearlo, esto lo tiene que hacer solito. Entonces ésta persona empieza a torear al toro como lo hacen en las plazas de toros, - “como en la plaza de toros Mérida, igualito”. - Cuando termina el público se lo agradece con aplausos, pero tiene que cansar al toro, seguramente le van a tirar dinero en el suelo y él lo tiene que recoger. Y así lo tiene que hacer en cualquiera corrida, para que la gente vea que es buen torero y muchos de los organizadores lo va a contratar; pero eso sí, él va a pedir un precio elevado. Después de diez o veinte años va a llegar su día, va a finalizar su vida en las corrida de toros, y la manera como se va a dar cuenta, ya que él no lo sabe, es cuando entre un toro al ruedo. Lo va a torear, pero si ya llegó su día, el toro lo va a matar en ese mismo lugar. Así es la vida de un hombre que tiene pacto con el Jwan Tul. El toro es gordo, bonito, alto, con la cola larga, así es un Jwan Tul y es un animal raro.
Del toro dueño del ganado y sus rugidos como de ferrocarril

“Yo cuando lo vi allá en el cerro era el año de 1955. Estaba yo caminando por el camino casi llegando a la puerta de una gruta, cuando escuché el pito del toro, pero recio, hasta me asustó, parecía el pito de un ferrocarril, y me paré a la orilla de la gruta, escuché el pito recio y me pareció raro porque ya está hablando a los toros, y cuando escuché entonces, por toda la ruta venían animales, pero corriendo, no caminando, pero como en 20 minutos el toro ya estaba rodeado de otros toros, de vacas, de becerros, entonces el toro empezó a hablar, estaba hablando con los demás y se oía como les decía:

-mmmjj, mmmmjjj, mmjjj, - así decía, quién sabe lo que decía, creo que era la despedida, porque en ese mes murió un toro acá y era un toro grande, le estaban pidiendo al señor que lo vendiera, pero no lo quiso vender, y cuando murió el toro, nadie se lo quiso comer, sólo los zopilotes se lo comieron, aves de rapiña, nadie lo comió, ni el dueño, allá murió, al frente de Don Amilcar, allá murió. Entonces le dije a mi papá y me dijo:
-sí, cuando un toro tiene 10, 12 o 15 años, ya no es un toro, es un Jwan Tul, es un brujo, es el papá del ganado- eso me dijo.”

El Jwan Tul y el auge ganadero

“Gráfila Cuy platicaba que en 1905, Bernardina Vergara Garrido, trabajaba acompañada por su madre Josefa Garrido Rodríguez. Un día cruzaron la puerta de un corral de ganado en un rancho.
Como a las once de la mañana vieron un toro  de tamaño exagerado que arrastraba su cola por el suelo. Las mujeres se asustaron y corrieron a prisa. Cuando llegaron a la hacienda Santa Cruz, les contaron a las personas de ahí y ellas les dijeron que lo que vieron no era un toro, sino un Jwan Tul. Les dijeron también que era un dios Satanás, dios de los animales que se transforma en humano.
Dijo que en la hacienda Calcehtok , en 1908, los patrones tenían mucho ganado vacuno y caballos. Tres corrales de a veinte mecates cuadrados se llenaban con toros, vacas, becerros y terneras, aproximadamente tres mil cabezas de ganado cabían ahí.
En abril, en tiempo de secas, los animales se juntaban en el corral durante el día. En una ocasión cuando amaneció, el bebedero, que tenían como cincuenta metros de largo, estaba vacío, el agua había desaparecido totalmente; lo cual les pareció cosa rara. Un día los mayorales los espiaron durante una noche pero el sueño los venció y cuando amaneció el agua había desaparecido de nuevo del bebedero. La siguiente noche volvieron a vigilar el bebedero y vieron que un toro enorme entró al corral a las doce de la noche y se dirigió al bebedero. Ellos estaban tan impresionados que no pudieron hacer nada. Cuando vieron al toro salir del corral, dispararon sus armas al animal.
El encargado del rancho le avisó al patrón de lo sucedido, el patrón le pidió consejo a un sacerdote en Mérida, y éste fue al rancho y lo bendijo con oraciones y de esa forma le dio fin a esas anomalías.”


La ganadería como actividad económica se desarrolló en la Península de Yucatán desde finales del siglo XVII y tuvo su auge durante la primera mitad del siglo XIX. Hacia 1845 existían más de mil 300 haciendas dedicadas a la cría de ganado y el hato ganadero ascendía a más de 400 mil cabezas. La proliferación del ganado causaba graves problemas a la sociedad indígena porque le disputaba la tierra, el agua y destruía las cementeras. El ganado causó un fuerte impacto cultural entre la población indígena y mestiza. La inclusión del ganado vacuno, en especial el toro, no es casual, sino que constituye una evidencia de la importancia que tuvo esta actividad pecuaria en la vida de las comunidades mayas.
El mito sobre un animal como el toro venía asociado también al concepto del mal proveniente de la religión de los dominadores. Los pactos con el diablo eran quizá la forma más asimilable de la sumisión ante el poder de los europeos que detentaban el poder.
Parte del folclor actual es una reminiscencia del periodo ganadero en la Península de Yucatán. La leyenda de Jwan Tul forma parte de la explicación y de la posición que los mayas de los pueblos y haciendas asumieron ante la fuerte competencia del ganado.

Hace más de un siglo que en Calcehtok dejó de criarse ganado y sin embargo la leyenda de Jwan Tul  ha permitido mantener viva la memoria colectiva de los tiempos en los que el ganado competía con los habitantes de la naciente comunidad por los recursos necesarios para su supervivencia.

FIN

lunes, 7 de febrero de 2011

CORAZÓN FLAMENCO Y ALMA DE TORERO





Por: Ursula Sánchez Rocha
“La tauromaquia es sublime, como una solea bien bailada, bien cantada, bien tocada, es una comunión con el cosmos y con el alma”, dice  Raúl al expresar que el flamenco es su vida y define la tauromaquia como diría Pepe Alameda, “el toreo no es graciosa huida sino apasionada entrega”.

Cuando conocí a Raúl Salcedo me pareció un ejemplo clarísimo, como los que nos cuenta la historia, de la estrecha relación que existe entre la tauromaquia y el flamenco. Él es un bailaor mexicano, maestro de flamenco y ex torero.

Personalmente, el primer acercamiento que tuve al flamenco fue en América del Sur. Recuerdo lo mucho que me impresionó la fuerza, la expresión, el palmeo, el zapateo y la guitarra, y después, no dejé de fantasear con estar alguna vez arriba de un tablado. De vuelta a México busqué algún lugar en donde impartieran clases y lo encontré. Algunos pasos después, empecé a descubrir en el artista, un personaje que tenía ciertas poses que me referían a la figura de un torero y que a la vez me enseñaba a bailar una sevillana.

En la espigada figura de Raúl Salcedo, el maestro de flamenco,  conviven sus dos grandes pasiones en la vida, el bailaor y el torero. Me contaba que su padre fue novillero en tiempos de Garza, del Soldado y de Valderas,  y también sus hermanos mayores fueron novilleros y que de pequeño quiso ser torero. Aunque nunca lo llegó a hacer profesionalmente, como aficionado toreó becerras y novillos. Y también de pequeño empezó a escuchar flamenco con el padre después de las corridas.

Tenía cinco años cuando fue por  primera vez a una corrida, al debut de Marco, su hermano, en la plaza de toros de Tlanepantla, en el Estado de México. Un par de años más tarde hizo el primer zapateo flamenco frente a su padre escuchando un disco de Juanito Valderrama.

El deseo de conocer España, cuna de sus pasiones,  fue la principal motivación que lo llevó a estudiar flamenco. Empezó a formarse como bailaor en la ciudad de México de la mano de Carmen Guridi y de Joaquín Fajardo, maestro gitano de Granada. A España llegó en 1988 a la compañía de Paco Romero. Los años ahí fueron la base de sus conocimientos de danza española y flamenco. Otros maestros, como María Magdalena, el Güito, Manolete, Ciro, Caty Palma y Cristóbal Reyes lo terminaron de formar. De ellos aprendió que para ser un buen bailaor de flamenco hay que saber también de cante y conocer la historia, y con lecturas de Manuel Machado y Federico García Lorca profundizó en el aprendizaje del flamenco. “El bailaor tiene que ir más allá del flamenco, ser bailaor es una manera de vivir”.

COMUNIÓN FLAMENCO-TAUROMAQUIA
En el siglo XX la convivencia entre el flamenco y la tauromaquia se volvió innegable y hoy es imposible concebir lo uno sin lo otro.
Raúl recuerda las anécdotas de su padre, en las que le contaba de su amistad con artistas del flamenco y toreros, como Carlos Arruza “el Ciclón”, Luis Castro “El soldado” y Gregorio García Morales. Con Ramón de Cádiz por ejemplo, quien fuera torero y cantaor, se reunía en algún tablado después de las corridas para ver el espectáculo de flamenco. En la historia del toreo siempre hubo toreros que tocaban la guitarra o  cantaban. Incluso  hubo quienes dejaron los toros por el tablado, como el Tano, que fue cantaor, pero antes fue torero. Roque Montoya “Jarrito” y Chiquito de Triana alternaban en un tablado de la capital de México y cantaban coplas dedicadas a toreros.

Los tiempos en el tablado y en el ruedo  son los mismos. Hay tres tiempos en el toreo: citar, templar y mandar. En el cante flamenco también se cita un cante, se templa la voz para alcanzarlo y después de templarlo, se remata. Algo bien templado necesariamente tiene que estar bien rematado.

Y en los pasos del flamenco, existe uno característico de la farruca, que consiste en adoptar una figura como la de los toreros cuando van a ponerle un par de banderillas al toro. Incluso para bailarla, se viste de corto. Por eso no es difícil imaginarse a Antonio Gades cuando bailaba una farruca, como si estuviera en el ruedo de un coso taurino,  cuando a finales de los sesenta se paraba en el tablado y parecía que a su paso iba citando al toro o ejecutando un pase.

En el ruedo y en el tablado el enfrentarse al público y conquistarlo es parte del trabajo de un bailaor y de un torero. En el ruedo, el torero se enfrenta al público y al toro y en el tablado, el flamenco se enfrenta al público y a sí mismo y ambos a dominar el nerviosismo, el temperamento y el arrojo.
Tauromaquia y flamenco también comparten verdad. Decía Raúl que no es lo mismo bailar en un tablado en España que en cualquier otro. Piensa que fuera de España se ha ido perdiendo la tradición del tablao de flamenco y que ahora, como se usa como atractivo para los turistas, en muchos lugares ni siquiera se hace bien.
Sin embargo el bailaor siente  la misma responsabilidad en un tablado u otro por respeto a él mismo, al flamenco y al público. 
Y yo creo que es cierto que el público aprecia, sabe, percibe y distingue entre lo que está bien hecho y lo que no.  En el flamenco por ejemplo, podemos apreciar un cantaor que es todo sentimiento, como Camarón, que de oírlo te estremeces; y una bailaora que baila “bamboleiro” como si fuera flamenco, como la que vi una vez en mis recorridos por algunos tablados de Buenos Aires.
Lo mismo pasa en la plaza de toros. Se nos puede detener la respiración al ver a un astado pasarle rozando al traje de luces de Castella y él que ni se inmuta, o podemos desarmarnos en un rechiflo cuando tenemos enfrente a un torero que carece de técnica, que no es creativo y que fanfarronea frente al público, o a un toro que no embiste, no tiene la edad o escasea de características para estar en el ruedo. Y hay que creerlo, el público se da cuenta.

FLAMENCOS Y TOREROS
Muchos artistas del flamenco han sido fuente de inspiración para Raúl. De Enrique Morente por ejemplo, le cautivó la voz, el cante y sus aportaciones innovadoras al flamenco. En el baile admira a Antonio “El Bailarín”  Ruiz Soler. Antonio Esteve Rodenas, “Antonio Gades” le representó un icono y un ejemplo a seguir, le admiraba el estilo y soñaba con llegar a España y conocerlo. Y también admira a Antonio Canales. En el cante su favorito es Camarón y en segundo lugar José Mercé. Y para Raúl, quien ha marcado época y ha sido un parteaguas en la historia del flamenco es Paco de Lucía.
En el toreo admira a Rodolfo Gaona “el califa de León”, admira el estilo de Manolo Martínez, el carisma de Eloy Cavazos, la profundidad de Curro Rivera, la limpieza y el toreo templado de Paco Camino, El Capea y Paquirri. De los de hoy le gusta Castella, el Juli, Ponce y Zotoluco, pero alguien que lo cautiva es Morante de la Puebla.

Raúl tiene un rincón peculiar en su casa en donde comparten muro fotografías de personajes de flamenco, posters de puestas en escena, pinturas de sus hermanos cuando eran novilleros y música que va del paso doble al flamenco. Pero lo que más le gusta es una imagen de Ponciano Díaz, quien fuera el primer torero que actuó en Estados Unidos y que era familiar de Porfirio Díaz, dictador en la historia de México.
Y también tiene una escuela y dirige espectáculos flamencos en donde cuenta fragmentos de la historia de nuestro país.

Y como en el muro de la casa de Raúl, el bailaor-torero, es innegable que también en México  tauromaquia y flamenco han existido en comunión, que son parte de nuestra cultura, muestra de hispanidad y expresiones del arte. Y es innegable también que la tauromaquia y el flamenco nos han dejado un legado que hay que preservar y difundir, en el ruedo y en el tablado, con honestidad y con verdad, como se merecen.